Thursday, July 6, 2017

Valdivia: Padres relatan la desgarradora historia de su hija que fue abusada sexualmente por su profesor

Por Prensa

La carta fue enviada a CIPER por un matrimonio de Valdivia que pidió la reserva de sus identidades para proteger a su hija. La niña fue abusada durante dos años por un instructor del Club de Tenis Valdivia en el que habían confiado porque exhibía 30 años de experiencia, una trayectoria intachable y el aval […]

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La carta fue enviada a CIPER por un matrimonio de Valdivia que pidió la reserva de sus identidades para proteger a su hija. La niña fue abusada durante dos años por un instructor del Club de Tenis Valdivia en el que habían confiado porque exhibía 30 años de experiencia, una trayectoria intachable y el aval del club. El agresor, Adán Mellado Contreras, reconoció los hechos y fue condenado en un pr

ocedimiento abreviado a cuatro años de presidio, los que cumplirá en libertad vigilada, con prohibición perpetua para trabajar con menores. La sentencia quedó a firme porque no se presentaron recursos contra el dictamen. CIPER tuvo a la vista los documentos judiciales que respaldan la versión de los padres de la niña, los que están bajo reserva para resguardar a la menor.

Aunque la sentencia ya es inmodificable, la Corte de Valdivia revisará un recurso de apelación presentado por el instructor condenado, quien solicita que se le autorice a seguir residiendo en el Club de Tenis Valdivia, el lugar donde agredió a la menor. El pasado 21 de junio el Juzgado de Garantía de Valdivia había resuelto que no podía pernoctar en ese lugar, frecuentado permanentemente por menores, pero su defensa alega que ha vivido por más de 30 años al interior del club y que solo se le restringió acercarse a la menor que lo denunció, quien ya no juega en ese centro deportivo.

Además de su deseo de transparentar un caso que fue virtualmente invisibilizado ante la comunidad local, los padres de la víctima destacan que el Club de Tenis Valdivia hasta hoy les ha dado la espalda, apoyando al instructor, por lo que enfrentaron el largo y doloroso proceso judicial solos. Por eso, piden que las autoridades del deporte establezcan protocolos que obliguen a los clubes a proteger a los pequeños que se integran a sus cursos y competencias. Además, solicitaron, vía Ley de Transparencia, los documentos sobre cómo se garantiza la seguridad de los jóvenes deportistas.

En ese contexto, el director el regional del Instituto Nacional de Deportes (IND), entidad que es propietaria del terreno donde funciona el Club de Tenis Valdivia, ofició al Juzgado de Garantía de Valdivia el pasado 2 de junio. En ese documento consultó si la sentencia contra el instructor “se está cumpliendo en su integridad y en los términos establecidos (…) para efectos de tomar las providencias necesarias (…) para el resguardo de nuestros deportistas menores de edad” (vea ese oficio). CIPER contactó al Club de Tenis Valdivia para conocer la posición de sus dirigentes respecto de permitir que un condenado por abuso sexual siga residiendo en sus instalaciones y consultar qué medidas han adoptado para prevenir agresiones, pero no obtuvo respuesta.

Este es el relato de los padres de la niña abusada:

Quisiéramos contar lo ocurrido en Valdivia, desde nuestra mirada de padres de una niña de 12 años, ex tenista del Club de Tenis Valdivia, abusada por su instructor deportivo.

Es difícil describir lo sucedido a nuestra familia, sobre todo porque afectó y afecta todavía a nuestra hija, cuya vida y el desarrollo normal de su infancia se vio interrumpido por la vulneración a sus derechos a la corta edad de 9 años.

Un día de octubre del año 2015 ella decidió poner fin a esta situación de violencia, sacó la voz con fuerza, angustia y miedo, para contar la situación de maltrato a la que estaba siendo sometida por su instructor de tenis, que era su formador desde los 6 años.

El día que nuestra hija nos develó el abuso sexual, se inició el proceso de reparación, comenzando con un tratamiento sicológico y psiquiátrico, paralelamente al proceso judicial que ella quería que tuviese lugar. Al revisar sus declaraciones, nos dejó en evidencia (no solo a nosotros, a la justicia también) los actos violentos a los que había estado sometida por dos largos años, donde Adán Audilio Mellado Contreras, el nombre de ese infame, abusó de su poder, malamente también otorgado por nosotros. Esto sucedió porque llevaba más de 30 años en ese mismo oficio, sin ningún antecedente negativo, como un “hombre honorable”, tal como lo describieron otros adultos en las declaraciones realizadas en el marco de la investigación realizadas por la fiscalía.

Así, iniciamos este peregrinar doloroso entre médicos, peritajes, abogado, tribunales y reuniones con el fiscal. Pero lo hicimos con la convicción de que, como padres, debíamos asumir y responder al valor que tuvo nuestra hija al contarnos y enfrentar el proceso judicial, porque fue capaz de superar el miedo al que la sometió este hombre, quien la amenazó con matar a sus padres, e incluso a ella, si decía algo. Pero al ver y pensar en el sufrimiento que podía estar pasando otra compañerita de tenis más pequeña, tomó fuerza y decidió hablar: no quiere que ninguna niña pase por lo que ella vivió.

Cómo no destacar esa valentía, empatía y solidaridad, demostrada por esta pequeñita de tan solo 11 años, en una sociedad donde estos valores parecen escasos, sobre todo cuando se trata de defender los derechos de niñas y niños, personitas sin voz ni voto. Cómo no tomar en cuenta este ejemplo, si, además, es nuestra amada hija.

A estas alturas de nuestra carta, ustedes pensarán ¿y qué tenemos que ver nosotros? Les respondemos: mucho. En la prevención del abuso sexual a menores que practican un deporte, ustedes, como adultos, tienen voz y poder para conseguir que instituciones públicas y privadas realicen acciones concretas en pro de la seguridad e integridad de los menores. El Instituto Nacional del Deporte (IND) debe tener algo que decir, para que, al igual que los establecimientos educacionales, cuente con protocolos que favorezcan a la víctima y no al “eventual” abusador, que la infraestructura de los centros deportivos cuente con cámaras, que en las cancha siempre se encuentren por lo menos dos entrenadores. Podemos ser muy creativos en las medidas que se propongan porque todo sirve, porque nuestra hija lo hubiera agradecido si se hubiesen adoptado antes. Lo importante es que no vuelva pasar los que nos sucedió a nosotros, que confiamos en una persona solo porque llevaba 30 años trabajando y sin antecedentes.

Quisiéramos destacar que, a los pocos días de haber realizado la denuncia, nos llamó el presidente del Club de Tenis Valdivia de ese entonces. Nos dejó en claro que “el tema era delicado”, porque estábamos“enlodando la imagen de una persona honorable”. Con esa llamada nos quedó claro que en este camino estaríamos solos, sin apoyo formal del club. Lo irónico es que la víctima tuvo que irse y el abusador siguió cumpliendo sus funciones. En el club ni siquiera dudaron de sus actos, asumiendo que mi hija mentía.

Afortunadamente, existen adultos que sí protegen a los niños y niñas, y velan porque estas instituciones funcionen como corresponde. Es el caso del secretario del club, que entonces ejercía paralelamente el cargo de presidente de la asociación de tenis local, quien nos apoyó desde el primer día en que le contamos lo sucedido. Pero era la palabra de él, de nosotros y el testimonio de nuestra hija, frente a adultos que desde su zona de confort prefirieron callar, porque así podrían seguir adjudicándose financiamiento para proyectos en nombre de los menores.

El proceso legal fue largo, pero finalmente se hizo justicia. Pero, como estamos en Chile, los medios de comunicación le dan más importancia al robo de un auto o a lo que hizo o dejó de hacer una modelo, que al abuso que sufren nuestros niños y niñas. Los invito a revisar los datos de la Unicef y la Organización Panamericana de la Salud, para que puedan dimensionar que a diario, de cada diez niños y niñas en este mundo, tres sufren abusos.

Finalmente, hace un mes el proceso término con un juicio abreviado, donde el infame reconoció que abusó en forma reiterada por dos años de nuestra hija. Fue condenado a cuatro años de presidio menor en su grado máximo, que cumplirá en libertad vigilada.

El fallo fue favorable para nuestra hija, no solo porque se condenó al agresor, sino porque al suspenderse el juicio oral ella no tendrá que declarar por séptima vez. Para una niña abusada repetir una y otra vez lo sucedido, es como tener una gran herida abierta, sangrante y dolorosa, que lentamente va formando una costra, pero cada vez que declara se la arrancan de un tirón, provocando que vuelva a sangrar, con dolor y más dolor. Imaginen seis veces ese acto. El dolor de nuestras almas como padres ha sido horrible al ver sufrir a nuestra hija, al ver que quiere dejar de existir, atentar contra su vida, porque no logra entender qué hizo mal. Muchos adultos piensan que, como la herida no se ve, todo está bien. No comprenden que es un dolor silencioso, un corte profundo en el desarrollo infantil, que trastoca todos los valores, la formación del criterio, todo su ser. Todo eso no le importó a la directiva del Club de Tenis Valdivia, porque ahora la ven sonriendo y porque volvió a jugar en el Club Phoenix. No consideran que otra gran virtud de nuestra amada hija es la resiliencia.

Puede ser esta carta muy extensa, pero como padres que estamos cerrando el primer círculo de la sanación de este evento brutal que sufrió nuestra hija, solo pedimos que escuchen la voz de nuestra hija que tuvo la fortuna de cerrar este proceso judicial, pero también que tengan en cuenta que existen muchos niños y niñas abusadas que no pueden decir lo mismo.

Espero que esta carta produzca una reflexión en ustedes y que nuestro testimonio pueda ayudar a que otros padres apoyen a sus hijos e hijas para denunciar estos hechos o, al menos, para prevenirlos. A veces se piensa que dejar a un hijo o hija en una actividad deportiva de tan sólo una hora diaria no tiene riesgo, pero lamentablemente les decimos con propiedad y con un gran dolor que ese tiempo es suficiente para que opere un abusador, como el infame que abusó sexualmente de nuestra hija por dos años.