Thursday, August 21, 2014

La Moneda y la Nueva Mayoría trabajando por ME-O

Por Prensa

  www.elmostrador.cl Edison Ortiz      Ya había llamado la atención que una encuesta a comienzos de agosto le hubiese otorgado a Marco Enríquez-Ominami la primera adhesión presidencial, instalándolo como representante de los nuevos liderazgos políticos: lejos de los partidos –aunque creó uno de sello personal–, con un discurso versátil y eficaz que incluye una […]

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Enriquez-Ominami,_Marco ok

 

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Edison Ortiz

     Ya había llamado la atención que una encuesta a comienzos de agosto le hubiese otorgado a Marco Enríquez-Ominami la primera adhesión presidencial, instalándolo como representante de los nuevos liderazgos políticos: lejos de los partidos –aunque creó uno de sello personal–, con un discurso versátil y eficaz que incluye una buena dosis autorreferencial y con escasas redes sociales y territoriales de apoyo. La encuesta CEP, que lo vuelve a ubicar como uno de los presidenciables mejor evaluados, dejándolo a tiro de cañón, reafirma la convicción de que, sin hacer mucho y sobre la base de dos campañas presidenciales a cuestas, obtiene resultados potentes porque La Moneda (y también la Nueva Mayoría), aunque sin proponérselo, trabajan día y noche por su candidatura. ¿Y cómo es posible eso? Muy simple: el constante zigzagueo para emprender las reformas de fondo y delinear soluciones a los problemas sociales que más preocupan a los chilenos, especialmente los que viven de su trabajo, sumado a una coalición que poco hace por apoyarlas y privilegia sus disputas de poder, generan en ese sector de la opinión pública la idea de que Marco es el único que “está haciendo su pega” y que no rehúye darles apoyo a diversos cambios que la sociedad demanda. Y lo premia por eso.

EL OFICIALISMO

La falta de definición gubernamental en torno a aspectos cruciales de las reformas, sus titubeos en nombre del “sentido de realidad”, que concluye en negociaciones de cocina (no importa que sea la de Zaldívar o Fontaine) ha provocado que la oposición a ellas no sólo provenga desde la derecha sino también desde la izquierda y desde una parte de los ciudadanos de a pie, donde se percibe “un gobierno con buenos titulares pero con malas bajadas”. El mal manejo del Ejecutivo en los ejes estratégicos –reformas tributaria y educacional–, sumado a la incapacidad para ordenar a la coalición, ha permitido que ME-O recoja casi sin costos las banderas reformadoras que no avanzan en la dirección esperada.

Ya sabemos las dificultades que ha tenido la coalición que, más que un bloque programático, sigue siendo un mero pacto electoral –el Gute lo ha reiterado– que cada semana nos entrega novedades en el desarrollo de sus desacuerdos de fondo. Un día Jaime Quintana aplica retroexcavadora, al otro la dupla Walker-Martínez considera que la coalición tiene “cheque de vencimiento” y critica las reformas en nombre de la clase media, con Mariana Aylwin de portavoz de la oposición y con doble militancia en la DC y el velasquismo. Luego, Andrade que se va de puños con Chahin por las “triquiñuelas” del sistema de subpactos, para que, finalmente, Teillier no termine nunca mal con nadie y coincida con Walker. No parecen conductas muy edificantes y crean un gran vacío político. Es que dios los cría, y ellos se juntan.

EL PS

Un buen ejemplo de los devaneos políticos inconducentes es lo que ha pasado recientemente en el PS. El discurso del ministro Elizalde en el pleno del PS estuvo centrado en insistir en la importancia de las reformas y en el eje de centroizquierda para llevarlas a cabo. Ratificó las prioridades del cambio y la urgencia de las transformaciones, en contraste con los permanentes cuestionamientos de Escalona a la lógica reformadora, que considera fuente de inestabilidad política y polarización. El vocero de gobierno dio una señal clara en sentido contrario al neoconservadurismo. No obstante, la significación que el gobierno le dio a ese evento no fue correspondida por los socialistas, pues el pleno terminó enfrascado en la discusión de cuestiones de calendario interno, resolviendo uno –elecciones en marzo próximo y Congreso meses después– que alienta disputas de poder personal y saca al partido de la Presidenta del apoyo a las reformas cuando más lo necesita, lo que había subrayado un grupo de 10 diputados que propuso llevar esos eventos al segundo semestre de 2015 y concentrarse en el apoyo a las transformaciones.

Escalona en el pleno las emprendió contra estos parlamentarios –que retrocedieron rápidamente en sus posturas– y contra los congresos partidarios y los intelectuales y reivindicó el olfato del “pueblo llano” que, por supuesto, sólo es capaz de interpretar él. Así se vuelve a ofrecer como líder del PS luego de ser derrotado en la urnas como candidato de otro partido e insatisfecho por no haber conseguido entrar al gobierno. Sus palabras fueron aplaudidas por ministros como el de Energía, Pacheco Matte, quien corrió raudo a saludarlo por sus sabias descalificaciones al voleo. Es que el PS está burocratizado, carente de proyecto más allá de ocupar cargos en el Estado y dirigido por una generación traumatizada que no está abierta al debate y teme convocar, como hizo siempre en su historia, a líderes sociales y a intelectuales que puedan cimentar estrategias y bloques de cambio social. Esto ya no interesa a la dirigencia del PS actual, más lejos que nunca de la generación que lo hizo grande: la de Ampuero, Allende, Aniceto, Almeyda y Eugenio González. Prueba de su intoxicación y falta de cable a tierra es que nadie haya reparado en un detalle: el café concesionado que está en la sede socialista de calle París tiene un letrero que retrata fielmente lo que hoy ocurre con el PS: “Es lo que hay”. Se debe tomar nota de la sinceridad del aviso.

EL PPD

El partido instrumental sigue, un cuarto de siglo después de su fundación, sin superar la barrera de partido “atrápalo todo” en que devino con el tiempo. Y que, según como sople el viento, deambula hoy entre el partido verde-ecologista de Girardi (quien nunca contestó a las graves acusaciones que hizo en su contra Velasco), el partido conservador de Harboe (que quiere morigerar y retardar las reformas institucionales), la socialdemocracia moderada de Tohá (con el heredero Lagos Weber en el ruedo) y el ultrachovinismo de Tarud. Es curioso lo que ocurre con el PPD: tres candidatos presidenciales –Tohá (aislada en la Municipalidad de Santiago), Lagos Weber (dedicado a maniobras de rebaja de las reformas en el Senado) y Harboe (de gendarme del partido del orden)– no logran transformar ese virtuoso conglomerado de inicios de los 90 en algo más que un pacto de conveniencia electoral que, parece, se mantiene vivo sólo porque garantiza cupos parlamentarios y gubernamentales.

EL PC

Los comunistas con Teillier y Carmona están en la estrategia de “los chicos buenos”. Tanta exclusión, tanta marginalidad, los reconvirtió, casi como Escalona, en hombres de orden. Luego de que Gladys Marín los sometiera –también la Concertación– a la más absoluta irrelevancia, en los últimos años sus dirigentes y parlamentarios no se han dedicado a otra cosa que a hacerse acreedores de certificados de buena conducta, evidenciando con ello que el PC está preso de una cultura del dominado que lo anula en el debate actual. Lo suyo es su lucha por el reconocimiento y no por cambios de fondo en la sociedad chilena, y en ese camino termina por converger con el escalonismo socialista.

EL PDC

Seguramente Frei Montalva, Radomiro Tomic y otros patriarcas falangistas se revolverían en sus tumbas si supieran que hoy el partido que ellos construyeron, muy próximo a las grandes tareas nacionales, está más cerca de volver a ser una variante del viejo partido conservador del que se desprendieron en su juventud. Un partido que ya no defiende reformas agrarias ni educativas, chilenizaciones del cobre, impuestos al patrimonio o promociones populares sino lucro en educación, impuestos bajos a las empresas y nada de reformas laborales, o para qué decir asambleas constituyentes. En fin, un partido que no tiene ninguna sintonía con las demandas presentes en la sociedad, y que ha decidido, hasta ahora, ponerse del lado de la tradición y de los intereses creados. Cada intervención de la tripleta Walker-Martínez-Escalona no hace más que profundizar el sentimiento de frustración de mucha gente con la coalición que respaldó para emprender las reformas prometidas en campaña y que, hoy por hoy, parecen sin rumbo definido. Salvo la reforma tributaria, en la que las concesiones a la derecha fueron manifiestas. Si a lo anterior sumamos el estado deplorable en que está la coalición de derecha, que no logra reponerse del liderazgo autista e inconducente de Piñera, entonces podemos explicarnos la irrupción de outsiders de la política –ME-O y Velasco– en un sistema democrático cada vez más fragilizado por la sociedad de mercado y la cultura del individualismo exacerbado, que ha logrado, junto a la tarea directamente destructiva de la dictadura, hacer entrar en una grave decadencia a partidos políticos otrora capaces de representar intereses amplios y tener programas convocantes, encabezados por líderes consistentes. “Es lo que hay”, y (lamentablemente) no hay más.

Esta situación le abre a Enríquez-Ominami una oportunidad para ofrecer un liderazgo al servicio de una difícil pero no imposible reconfiguración de la democracia chilena, haciendo efectivo el principio de mayoría, la garantía de derechos fundamentales y la autonomía regional y comunal, promoviendo fuerzas políticas representativas, transparentes y sólidas, capaces de acción colectiva antes que caudillajes políticos sin otro rumbo que la ambición individual. Y al servicio de una reorientación del estancado desarrollo chileno, que también será difícil, fomentando un más amplio tejido económico moderno e innovador a partir de los recursos naturales pero, mucho más allá de ellos, emprendiendo una fuerte transición energética y ambiental, agregando valor sobre la base de capacidades humanas avanzadas provistas por un nuevo sistema educativo público y afianzando un sistema de protección frente a los riesgos de enfermedad, vejez precaria y desempleo que ataque de raíz la precariedad en que se desenvuelve la vida de la mayoría de los chilenos. Es decir, emprendiendo las muchas reformas progresistas una y otra vez postergadas o rebajadas en nombre de la defensa de la estabilidad, que representará en las próximas contiendas Andrés Velasco, que a estas alturas no es otra cosa que la defensa de los intereses creados que han logrado concentrar en el país el poder, la riqueza y los privilegios como pocas veces en su historia.